sábado, 11 de mayo de 2013

Cronicas de un vikingo muerto.

De Olatanvik Herrsson Red.

Estimados y apreciados Hermanos y Hermanas, Olat el Rojo os saluda y os digo que en dedicación al Círculo Asatrú de Tradición Hispánica y con el permiso de todos vosotros, Asatrú Vanatrur y demás Ordenes Vikingas, a las que represento, me dispongo a intentar deleitaros con unos humildes versos escáldicos de mi invención, a los que estoy pensando encuadrar en una saga poética titulada: “Crónicas de un Vikingo Muerto”; que espero os gusten.

¡Hail Odín!
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Ojo rojo

Sombra negra,
salta y vuela,
entre la espesura
del bosque.

Un olor dulzón
penetra sinuoso desde el claro,
donde aún permanecen en pie
maltrechas lanzas,
clavadas,
portando aún
desvencijados estandartes,
que de vez en cuando
agitan al viento
sus desgarrados trapos.

El pájaro oscilante,
se acerca,
abandona la espesura,
se posa raudo
entre cientos de cadáveres.

La faz abierta de un guerrero
se refleja en el espejo del ojo rojo,
allí se muestra
con desencajada,
burlona mueca

Ya no existe dolor,
ni sufrimiento,
los corazones están quietos,
ahogado su latido,
en el silencio de la muerte,
al igual que máquinas desechadas
de simple trapero,
solo son
marionetas yertas.

Grazna lacónico
el pájaro oscuro,
moviendo la pupila maldita,
inyectada de sangre,
rastrea avariento
en busca de signos
de magia y hechizo.


Ya se oyen lejanos aullidos
de lobos,
entre las nubes grises
que se acercan
amenazantes,
hinchados sus vientres
de lluvia y de truenos.

Grazna el raven,
y brinca entre los huesos
que roen las alimañas,
que te rodean,
llenando tu mente
de sordos lamentos.

Tormenta que ya está,
estrellando sus entrañas
entre los míseros despojos
de los guerreros caídos,
agua que cubre las cuencas
vacías de tus ojos,
que lava mansamente
tu calavera.

Hueles el aliento fétido
de tus propias tripas
abiertas,
expuestas al mundo,
preludio de Hell.

Con tus dedos rozas el filo
de tu espada caída,
y de la sangre
emanan los efluvios
de tu alma
anhelando Asgard.

Escuchas entre sueños
los graznidos
y aullidos
de cuervos y lobos,
y notas el hocico húmedo
de un perro lamiendo
tus sangrantes costillas.

Los relámpagos alumbran
un campo de horror,
los truenos estallan
cuando el Mjölnir habla,
el pico negro
se acerca a brincos,
el ojo rojo
se fija en ti.

Un punto rojo,
abre una puerta de luz,
una visión de esplendor,
la puerta se abre,
no la esperas.

Ya no llueve,
se ha desvanecido la furia de Thor
ya no sientes el mundo de tus
huesos entre el barro.

Se abre el astro sol,
un abanico de colores aparece,
divisas brigfost.

Apenas te das cuenta
de lo liviano de tu espíritu,
de cómo te elevas lentamente
sobre tu cuerpo yermo.

Ahora tu alma flota
sobre un colchón de hebras doradas,
las valkirias te llevan
en su carro de viento.

Ya vas alegre,
orgulloso y valiente,
a Walhalla,
blandiendo tu gloriosa espada,
ya se ha urdido tu destino.

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Olat, Madrid, 08.02.2013
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La lanza

Duerme el invierno,
Tranquilo e inconsciente,
Entre graznidos de grajos,
Y aullidos de lobos.

Duermen los duendes,
entre la nieve
al pie de árboles tristes,
solitarios.

Sopla un viento gélido,
que irrumpe
contra la faz del guerrero.

La lanza en ristre,
El cuerpo helado,
camina entre rastrojos
de sangre y de
excrementos,
despojos de la
ultima contienda.

Apenas tiene ya fuerzas
para sostener el palo,
y en su mirada,
se torna difusa
la imagen de la amada
que vive allá
en el umbral de una tierra
lejana, inalcanzable …

Camina el guerrero,
entre los cuervos,
arrebatando la comida
a los muertos.

Se lleva a la boca
ese mendrugo,
que alimenta un hueco
donde ya no existe alma.

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Olat, Madrid, 12.02.2013
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Berserker

Olor a sangre,
orines,
respira el aire
esta vez denso,
amargo.

Destaca entre los muertos
una camisola blanca
desgarrada,
que porta un enorme
guerrero.

Erguido en la planicie
del campo de batalla,
la cabeza gacha,
el pelo apunta a la tierra herida.

Los brazos caídos,
la mirada perdida
llenos los ojos
de ráfagas de luz y cuervos.

En la boca todavía
el sabor al caldo de setas
que le ofreció la Seidkona.

Su memoria está ausente,
nunca portó escudo,
ni lanza,
sus manos todavía
sostienen una
traquea ensangrentada,
arrebatada
en el fragor de la contienda.

Sumido en la soledad
de si mismo
atraviesa la cortina de rayos
para fundirse con un bosque triste,
testigo de tanta violencia,
de tanto sonido de armas.

El gran guerrero
se funde entre el musgo amargo
entre el follaje denso,
donde brazos invisibles
le acogen
para facilitarle un hogar
lejos de los hombres,
donde no existe la memoria,
ni la esencia del ser.

Su corazón late fuerte,
retumba en Hell,
incomodando
a viejos espíritus de muertos.

Y también retumba en Asgard,
desquiciando los oídos de los dioses.

Cuando la tormenta
aprieta en su puño al viejo bosque,
el guerrero hinca sus rodillas
apretando puños y dientes,
empapado por el diluvio de agua,
grita y se revuelve,
enfureciendo al hijo de Odín.

Ungido su cuerpo de barro,
destacan
entre la luz del rayo
sus dientes blancos,
mientras,
sus uñas desgarran
el pecho
y las gotas de sangre
mezcladas con la lluvia,
fecundan la tierra,
de donde nacerán
los demonios de la noche.

Con trozos de ramas
se ha abierto las venas
y su boca abierta
produce un sonido ronco,
ausente de vida,
que atrae
legiones enteras
de caídos en batalla.

Un ejército de almas
rodea como
un enjambre maldito
al pordiosero,
brilla el metal
y destacan apenas
los redondos escudos,
enturbiados
de barro y sangre.

El berserker quiere cogerlos,
acabar de una vez
con todos ellos,
sus brazos aletean
en desorden
alimentado el caos.

Los golpes se pierden
en el aire,
los fantasmas se desvanecen,
la locura alimenta
un aire viciado,
agitando
las formas extrañas
de las ramas.

Se arranca los ojos,
para no verlos nunca,
explotando entre sus manos
que vomitan la
sangre y la pus.

Ya Thor se ha cansado,
la tormenta remite,
Cernunnos descansa un rato
mientras bebe de su copa
de savia rezumada.

Un torso desnudo
se debate entre las sombras,
abierto los brazos en cruz,
de hinojos,
vestido de un traje
de agua y barro,
ante los ojos de los dioses.

La garganta es una bola
de musgo y sangre,
la diosa lo observa
con vehemencia,
es un no muerto
que desea vivir
y no puede.

Ungido con la negrura
del mundo,
es ya la raíz de la vida,
renacerá un día
de entre sus huesos
un blanco amanecer,
donde no tiene cabida
el recuerdo,
tan solo
la memoria perdida.


Un rostro iracundo
recorrerá un mundo,
donde los demás
ante su presencia
apartaran la vista
para evitar el horror
que baila una danza
de muerte
entre sus cuencas vacías.

……………………………………..
Olat, Madrid, 11.04.13


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